miércoles, 11 de junio de 2014

EPÍLOGO.

Toda noche especial, según Malú, merecía un baño de agua caliente. El vapor convertía la habitación en un auténtico bosque de niebla. El espejo había quedado empañado, al igual que la pequeña ventana, muy cerca del techo. Apenas se visualizaba nada. Ni siquiera la veía a ella, que estaba a medio metro de mí, pegada al borde de la bañera. Tenía la cabeza echada hacia atrás, de forma que sobresalía. Sus ojos estaban completamente cerrados. Su cuerpo respiraba y espiraba. Mis piernas se mezclaban con las suyas en el fondo. Una leve sonrisa se nos escapaba cuando nos rozábamos. Me sentía como en el edén. ¿Qué más podía pedir en ese instante? Una paz enorme rodeaba nuestro ambiente. Y una vez más, el resto de mortales y el mundo desaparecían para quedarnos a las dos solas. Levantó la cabeza levemente, al mismo tiempo que entreabría los ojos.
-Qué bien se está. -dijo con la voz algo quebrada. -no saldría de aquí por nada.
-¿Ni aunque hubiese un pastel de chocolate en la cocina? -pregunté con una sonrisilla. Abrió los ojos como platos.
-¿¿CHOCOLATE DÓNDE??
-Eres una glotona. -reí.
-Y tú una mentirosa. Pues ahora vas a comprarlo. -me salpicó. Yo negué con la cabeza y solté un vago "no tienes remedio". -venga. -levantó mis piernas y las puso sobre el borde, haciéndome resbalar. El agua me cubrió. Me ayudé con las manos para salir. Tosí por el ahogamiento mientras Malú se reía sin consideración alguna.
-No llevo ni una noche viviendo contigo y ya me vas a matar. -dije con los ojos rojos.
-Te voy a matar de amor, ven aquí. -tiró de mis brazos, tumbándome de espaldas en su pecho. Rodeó mi cintura y acarició mi barriga. Dio un pequeño beso en mi pelo y apoyó su barbilla en él. -que yo en el fondo te quiero, eh. -reí.
-Me quieres matar, sí. -bromeé. Entrelazamos nuestros dedos y volvimos a quedarnos en silencio. Retornamos al paraíso, esta vez, sintiendo su piel bajo la mía. -¿tenías pensado decirme eso en el concierto?
-No, no en el concierto… pensaba decírtelo cuando vieras las llaves de casa. Pero no aguanté más, ya sabes cómo soy de impulsiva.
-Bueno, ya estaremos en todos los programas de televisión… -murmuré entre risas.
-Somos TT. -me dijo. Me giré impresionada para mirarla. Asintió. -me lo ha chivado Vero. Almohadilla boda Malú. -dijo todo seguido.
-Qué cotilla la gente, oye. -comenté.
-Anda, no te quejes que nosotras somos las primeras. -reímos.

Quién sabe qué pasará con los planes de boda, nuestra vida en pareja, su carrera, la mía. Había tantas cosas por descubrir, por vivir, que pondría el acelerador del tiempo ahora mismo. Tenía muchísimas ganas de todo. De aprender cosas nuevas, de visitar nuevos lugares, de encontrar nuevos retos, de conocer a más gente. Me sentía intrigada por el mañana. Cómo serían las cosas dentro de unos años. Lo que yo solo deseaba era que la persona que se encontraba bajo mi cuerpo, protegiéndome en sus brazos, fuera con la que despertase en cada amanecer, con la que compartiese cada desayuno, almuerzo y cena. Quería que fuese esa chica que me alegrara las mañanas, las tardes y las noches. Aquella a la que confiase todos mis secretos y mis verdades. Esa mujer que estuviese conmigo en mis mejores y en mis peores momentos. Y a pintar, por qué no, el árbol de nuestra familia. Llenar las paredes de fotos, tener los pasillos llenos de huelas dactilares con tempera, crear una nueva generación. ¿Por qué no soñar? ¿por qué no imaginar?

Nadie puede predecir qué pasará. Nosotros somos los dueños de nuestro destino. Hagamos lo que queramos, cumplamos nuestras metas y labremos nuestra vida. Esa vida que siempre hemos querido tener. Si he conseguido sacar mi disco, ¿por qué no podría cumplir mis siguientes objetivos? ¿Quién me lo podría impedir? ¿Qué me podría frenar? Nada podía arrancarme la felicidad. Ya había sufrido bastante, ahora llegaba lo bueno. Ahora tocaba ser la afortunada. La que gozara y divirtiera como nunca. Aunque ya era infinitamente feliz, no hay que ser conformista. Hay que aspirar más allá. Yo quería desafiarme. Conseguir rozar el universo con mis propios dedos. Yo quería la alegría, el éxtasis, el agrado, la satisfacción, la placidez. Y cómo no, ella venía conmigo. La arrastraría allá donde fuera. Siempre conmigo, siempre con ella. 

"Gracias a todos los que habéis leído la novela. Personas que me acompañaron desde el primer capítulo hasta el último, otras que se incorporaron por la mitad, y otras, que de forma completamente loca, se engancharon a la trama y se leyeron la novela en dos días. Pasaron horas y horas pegados a la pantalla siguiendo con intriga la historia de Marina y Malú. Gracias a todos los que después de leer cada nuevo capítulo, dejáis vuestro comentario, vuestro RT, vuestro fav. Gracias a los que la habéis compartido, añadiendo nuevos lectores a ella. Sumándolos a la cadena. Deciros que esto no es el final, ni mucho menos, es el comienzo de una nueva parte. Habéis leído, que digo, vivido, en la carne de Marina, su historia y el principio de su vida. Pronto habrá más, anuncio así, una segunda temporada en la que habrá más drama, más amor, más pasión. A estas dos cantantes les quedan muchas cosas que pasar... ¡¡No sabéis cuántas!! Espero volver a engancharos, a robaros vuestro tiempo para encarnaros en un personaje y haceros olvidar un poco del mundo. Espero, de verdad, que sigáis de nuevo conmigo." 

Quiero mandarle saludos a determinadas personas que me ayudaron muchísimo durante el curso de mi novela. Es un enorme trabajo que, a veces, requiere consejos y opiniones para saber si realmente lo estás haciendo bien. Esto va por mi hermana y Lidia, que leían lo escrito, en ocasiones, antes de ser subido. Que gracias a una estúpida idea o una frase, ponían mi mente en marcha y sacaba algo de ahí. A Marina, que le dio nombre al personaje principal y que apostó por la novela incluso antes de escribir el primer capítulo. A mi grupo de maluleras, las cuales se enteran de las novedades y disfrutan de adelantos exclusivos. Con las que me evado de vez en cuando y paso ratos divertidísimos. A Yolanda, por su distribución y sabios consejos. A Isabel, que devoró las páginas sin pestañear, y me ha dado esta grandísima idea de escribir la segunda temporada. Y a todos los que me escribís por privado, me buscáis, me preguntáis cuándo subo desesperadamente. 
¡¡HASTA MUY PRONTO!!

jueves, 5 de junio de 2014

Capítulo 77. HÁBLAME.

Me dejó fría, impactada, confusa. Mi cuerpo temblaba. Mis manos eran incapaces de sujetar el micro sin moverse. Me miró de reojo, sonriente. La quería matar, si no me moría yo antes. Estas cosas se hablan, se avisan. Me había pillado por sorpresa completamente. Se acercó a mí y me preguntó, susurrándome al oído, si estaba bien. Le negué con la cabeza. Se echó a reír, al igual que el público, que disfrutaba del espectáculo.
-Te noto un poco…
-¿Pálida? -pregunté a la vez que chillaba. Yo asentí junto a ella. -lo sé. ¿cómo me haces esto? -exclamé seria, pero al segundo empecé a reírme y la abracé. No sabía qué decir, era una situación tan extraña… Abandonamos el recinto entre grandes aplausos y silbidos. Había sido una noche inolvidable. Iba a quedar grabada en mi memoria para siempre. No lo dudaba. Al llegar al camerino, donde caí rendida en el pequeño sofá, miles de notificaciones llegaron a mi móvil.
-La que has liado guapa… -suspiré. Ella rió, acomodándose a mi lado.
-Anda, come algo. -me dijo.
-No puedo, estoy muerta. -contesté, con la lengua fuera.
-Venga, y así saludamos a los fans que siguen en la puerta.
-¿Hay gente? -pregunté incrédula.
-Hay un grupito en la salida esperando a que salgas. -sonrió. -así que, aligera y a ser amable. -me presionó. -tienes que cuidar cada gesto que haces… lo valorarán mucho. -me aconsejó la maestra.
-Sí, mamá. -bromeé.
-Prometida. -corrigió sonriente. El corazón me dio un vuelco. Resoplé. -hoy te acabas muriendo.
-No, no. Hoy me acabas asesinando. Qué mujer, joder. Nada, que te has levantado con ganas de matarme. -rió exageradamente, con aquellas carcajadas que se quedaban grabadas en el alma. -¿quieres? -le ofrecí la hamburguesa que amablemente me había traído Li de un lugar de comida rápida.
-Ya he cenado, cariño. -rechazó mi oferta. Oímos la puerta de la pequeña sala. Invitamos a la persona a que pasara. No podía creerlo.
-¡¡Raúl!! -pegué un salto de la silla y salté sobre él. Me cogió y dio vueltas por la habitación. Escuchaba las risas de Malú de fondo. -¿qué haces aquí?
-Pues nada, que he venido a verte. Has cantado de puta madre, "mi arma".
-¡¡Mi sevillano!! -se acercó su excoach a saludarlo. -¿qué tal va todo?
-Espera, espera. Antes de nada, ¡enhorabuena chicas! Espero mi invitación de la boda, eh.
-Claro que la tendrás.-reí. -venga, cuenta cómo te va. -insistí.
-No muy bien… por desgracia. No encuentro nada. -explicó afligido. El mundo de la música era complicadísimo. Yo misma lo conocía.
-Ya verás como sale algo. -le animé. 
-He hecho castings para musicales, otros programas de canto… pero nada, no hay manera. -se quejó. -le pedí que se sentara un rato a hablar con nosotras mientras terminaba de cenar.
-Podría presentarte a productores. -propuso María Lucía. Al chico se le iluminaron los ojos.
-Por favor, por favor. Me harías un enorme favor, en serio. -rogaba. Ella reía.
-Tranquilo, que sí. -le aseguró. Qué buena persona era.
Después de estar un rato charlando con mi compañero, salimos al exterior. El grupito de marineras seguía allí reunido. Varias chicas estaban sentadas, apoyadas en la pared. No se habían dado cuenta de nuestra presencia. Me senté al lado de una de ellas, cómo quién no quiere la cosa.
-¡Hola! -exclamé. La joven pegó un respingo. Miro hacia mí y vio quién era. -¿qué tal?
-¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!! -chilló, reventando mi tímpano. Malú estaba de pie, contemplando la divertida escena junto al andaluz. Nos levantamos del suelo y me saludaron una por una. -ay, que no me lo creo.
-Chica, respira.
-¿Pero eres tú? -preguntó dudosa. Palpó mi brazo. -¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAH!!! -vio a mi prometida. Corrió hacia ella y la abrazó. -¡¡Malú!! ¡¡Malú!! -el resto del grupo la imitó, sin llegar a asaltarla, sino manteniendo las distancias.
-¿Os parece si nos hacemos una foto? -pidió una de las más calmadas. Nos colocamos y tomamos la fotografía. -llevamos aquí desde las seis de la tarde, estamos agotadas.
-Guau, yo también estoy cansadita. -intervine.
-¿Puedo darte otro abrazo? -yo reí y asentí con la cabeza. La euforia de la quinceañera me mataba. Me parecía muy graciosa la chavala.
Nos retuvieron un rato más, no pillaban las indirectas de que nos teníamos que ir. Cuando conseguimos deshacernos del fandom, cogimos el coche y marchamos a su chalet. Fuimos atendiendo las llamadas telefónicas. Nuestra familia y amigos más cercanos no paraban de intentar contactar con nosotros para felicitarnos.
-¿A quién llamas? -le pregunté, al ver que encendía el manos libres.
-Mi madre, que no puede aguantar más. -me explicó sonriente. Se la veía muy ilusionada y convencida.
-¡¡AYAYAYAYAYAY!! -exclamó. Nos miramos risueñas. -qué emoción. Felicidades mis niñas.
-Gracias. -contestamos a la vez. Hasta para eso coincidíamos. Éramos tal para cual.
-Me pido organizadora de la boda, eh.
-Mamá, relájate, eh. -le advirtió Malú, pero pasó totalmente. Empezó a hablar de cientos de lugares a los qué podríamos ir, el color de los manteles, la pamela… -¡¡¡MAMÁ!!! -tuvo que gritar para conseguir callarla.
-Ay, que mi hija se me casa. -era normal. Yo entendía su desmedido entusiasmo.
Como vio que era casi imposible mantener una conversación seria, Malú se despidió de su madre y colgó.
-Me estoy empezando a agobiar. -confesó. -me lo veía venir. -me quedé mirándola.
-¿De verdad quieres?
-Te he dicho que estoy segura delante de todo tu público. ¿No me crees?
-Oye, no te pongas así, te he preguntado porque más vale aclararlo ahora y no cuando estemos firmando. -se había molestado demasiado.
-Sí quiero. -repitió dos veces. -¡Sí quiero! -exclamó por tercera vez, más alto aún. -solo te he dicho que me agobia todo esto.
-¿El qué exactamente?
-Los preparativos de la boda, los invitados, el convite… Es mucho estrés. -la verdad es que tenía razón.
-Bueno, para eso está la suegra. -bromeé. -relájate, anda. Aún nos queda tiempo. -se puso las manos sobre la frente. -eh, tonti. -me miró arqueando las cejas. -te quiero mucho.
-Y yo. -me besó. -va a salir genial. -arañó mi nuca con sus dedos.
-¿Lo dudabas? -sonreí torcido. -oye, si te agobia la idea de la boda y sus infinitos problemas… nos vamos a una playa desierta y allí mismo nos casamos solitas.
-No estaría nada mal. -lo pensó. -pero por otro lado, aunque tengamos que esforzarnos más, me gustaría compartir ese momento con los nuestros.
-Totalmente de acuerdo. -asentí. -¿cómo has cambiado tan pronto de opinión sobre eso de casarnos?
-Me sorprendiste cuando me lo pediste. No me lo esperaba, y me entró el miedo. Soy una cobarde, aquí donde me ves.
-Bajo esa armadura negra. -bromeé, ella me dio un codazo, pero sé que le hizo gracia.
-Lo he pensado mucho, y bien, y estoy segura, quiero hacerlo. -a mi no me cabía la sonrisa en la boca.
-Lo que jamás te perdonaré es que lo hayas contado en el concierto. ¿CÓMO SE TE OCURRE?
-Pero si ha sido precio… -no dejé que terminara de pronunciar el adjetivo.
-¡¡NO!! ¡Joder, qué vergüenza! -pataleé.
-Me apetecía presumir de novia, jo. ¿Cuántas personas cómo tú puede haber en el mundo? Tú, solamente. Y encima eres mía.
-Eres tonta. -me puse colorada. -bueno, que no me cambies de tema, que la has liado parda.
-Tenías que haberte visto la cara… -carcajeó fuerte. Temblaban hasta los botones de la chaqueta.
-Oye, ya vale. -me puse seria. Ella seguía con su escándalo. -ya hemos llegado. -la avisé, aparcando el coche cerca de su cancela.
-Gracias por traerme, amor. -nos dimos un beso y se fue alejando poco a poco. Yo me quedé allí, observando su silueta en la oscuridad. Aún no podía asimilar que había aceptado mi proposición. Que aquella mujer de pequeña estatura, larga melena y sombra larga iba a convertirse en mi esposa. Abrí la guantera, cosa que hacia siempre antes de arrancar para buscar un CD, y me encontré unas llaves con un papel insertado en el llavero.
-Bienvenida a casa, te quiero. -leí susurrando. Miré por la ventana y la tenía justo ahí. Metí un bote.
-¡¡Qué susto!! -exclamé, dando un brinco.
-¿Vamos a nuestro hogar, futura mujer? -abrió la puerta. Sonreí plenamente. -¿quieres decir algo? te estoy pidiendo que vivamos juntas. ¡Háblame!

-Algo. -se mordió la lengua, yo reí. -por supuesto. -salí y nos fundimos, una vez más, mientras la luna nos observaba desde el espacio. 

lunes, 2 de junio de 2014

Capítulo 76. CAMINANTE NOCTURNO.

-¿De verdad dijo que no? -se impresionó Mari.
-De verdad.
-Joder, con lo mono que te había quedado todo el paripé ese. -reí con su comentario. Fue la única que supo lo que tenía entre manos. Le conté la loca idea y cómo lo haría. -¿cómo estás?
-No me he enfadado ni mucho menos. Existía el riesgo de un no…
-Pero, ¿cómo te sientes? -insistió en averiguar lo que pensaba respecto a su rechazo. Me quedé callada pensando en la respuesta. Analizando lo que pasaba. Estudiando la reacción de Malú, esa conversación. La repetía en mi mente. -chiquilla, exprésate.
-Voy, voy. -reí. -pues no lo sé. Es algo raro. -resoplé. -sé que es una decisión complicada, y entiendo su miedo. Ha pasado todo muy rápido y necesitará más tiempo…
-Marina, aún eres muy joven. Tanto tú, como ella.
-¿Quieres decir que me estoy precipitando? -pregunté, sorbiendo el repugnante té que me había servido.
-Si no quieres no te lo bebas, lo digo por la cara de asco que has puesto. -reí. Me había pillado.
-Gracias. Soy anti-té. Si eso existe… -arqueé una ceja. La hice reír. Me trajo un refresco y retomamos la conversación, dejando a un lado los temas laborales que deberíamos de estar tratando.
-No es precipitado si tú lo crees conveniente. Me has entendido mal. Te he dicho lo de la edad por el hecho de que aún os quedan muchos años que vivir. -no podía tener mejor psicóloga. -lo importante aquí es si tú estás totalmente segura.
-Lo estoy. -dije sin miedo.
-Ay, Marinita… -suspiró. -qué enamorada estás, coño. -ya tardaba en volver a su vocabulario y forma de hablar tan peculiares. Parecía que el tema serio se estaba esfumando. -pues nada, vamos a trabajar. -nos pusimos manos a la obra. El fin de gira se acercaba, solo me quedaban dos salas por animar. Después de eso, pensaba tomarme unas vacaciones con mi chica. Relajarnos y perdernos en algún sitio lejos de periodistas. Eso estaría más que bien.

Y entonces volví a subirme a un escenario, la última vez ese año. Era una sala muy conocida por Madrid, mucho más grande que las anteriores. Eso no fue un factor inconveniente. Todo lo contario. Conseguí llenarla.  Se trataba de la sala caracol, donde los mejores artistas un día empezaron. Unas cuantas veces la visité, en busca de nuevos talentos que pudieran ocupar mi iPod. Y una vez más, cambiaba el papel. De estar debajo, a estar arriba.
Llevar a Malú allí era un secreto bien guardado. Lo habíamos hablado con el equipo y prometieron no decir nada.
La noche estaba siendo muy especial. El espacio cerrado me ayudaba mucho a ponerme en contacto con el público. Era mucho más acogedor. Me sentía cómoda. El espectáculo lo formaban tanto ellos como yo. Pablo López estaba con Li, podía verlos saltar como locos en la segunda fila. Cerca de ellos estaban muchos vecinos del barrio. Eso me hacía pensar que estaba en casa. Con ellos. No era lo mismo actuar en otra ciudad, donde no reconoces a nadie, que en tu tierra. Aunque sea adoptiva. Allí viví mis mejores momentos y conocí a gente increíble. Lo consideraba mi lugar, mi sitio.
Odiaba eso de parar de cantar y hablar. Me daba un miedo escénico horrible. Sonaba raro y paradójico. Pero era una realidad. Me daba mucha más vergüenza contar algo, que cantarlo. Aunque lo repelase, tenía que hacerlo. Me levanté del sillín y solté la guitarra. Cogí el micrófono y me acerqué al borde. Oí cómo chillaban.
-La siguiente canción es muy especial para mí. -sonreí y miré hacia la derecha. Ella estaba allí, adaptándose el pinganillo y mordiéndose la lengua. Me guiñó el ojo al darse cuenta que la estaba mirando. -giré la mirada hacia mi público. -fue. -hice una pausa. -fue la primera que le escribí a Malú. -no pude evitar soltar una risa mientras lo decía. Respondieron con silbidos. -a veces, supongo que os habrá pasado, conocéis profundamente a alguien y sentís que queréis estar con esa persona, y que por mucho que intentes revocarlo, esos sentimientos acaban saliendo. Son inevitables, incontrolables. -empezaba a ponerme nerviosa. Ya no sabía ni lo que decía. -el simple roce de su piel, una mirada, una sonrisa. O tan solo un rastro de su olor pueden llegar a erizar tu piel, a perder la noción del tiempo y creer que acaricias el cielo. Todo esto quise expresarlo en esta canción. Y qué mejor que cantarla con la persona que me hizo vivir todo esto. -los asistentes gritaron eufóricos. -¡MALÚ! -la locura se desató en la sala. Aplaudió y cruzó hasta llegar a mí como un caminante nocturno. Me preguntaba cómo reaccionaría. Cómo me saludaría. Qué haría yo. Estaba totalmente perdida, hecha un flan. Me abrazó. El albedrío no se calmaba. Me acerqué a susurrarle:
-Vamos a revolucionar esto aún más. Ella sonrió y saludó al entregado público.
                             

Cantamos cerquita, sin miedo a nada. Mirándonos, cogiéndonos de la mano en alguna que otra estrofa. Era todo demasiado perfecto. Por un momento, olvidé los focos, los músicos, los fans. Olvidé el mundo. Me centré en sus ojos, en los labios que articulaban mi canción. La cantaba suave, con cariño, la hacía especial. Tenía los vellos de punta. Era increíble. Irrepetible. Estaba completamente segura de que quería pasar con ella el resto de mis días.
Terminé con los ojos empapados. Demasiadas emociones juntas. Me abrazó mordiéndose el labio. Estuvimos unos segundos así.
-Muchas gracias. -gritamos. El cierre del concierto y gira no podía haber sido mejor. Por muchas veces que lo hubiésemos repetido jamás podría haber salido así.
-Antes de abandonar la sala, quería decir unas palabras. -me sorprendió Malú. Eso no estaba en el plan.
-Cómo no, ella tiene que tener su momento de sermón. -bromeé. Rieron. Ella me miró de reojo.
-A ver si te vas a quedar sin cenar, guapa. -solté una carcajada. -quería dedicarte unas palabras, graciosita. No, en serio, deja de reírte. -yo no podía parar. Los nervios no me dejaban. -pero Marina… -se quejó. Conseguí tranquilizarme bebiendo un trago de agua. Me cogió la mano y me adelantó un poco más. -quiero decir que la conocí hace más o menos un año… en aquellas audiciones en las que me dejó con la boca abierta. -reí. -no me interrumpas, pesada. Bueno, que, mirando atrás, recuerdo cada momento que viví junto a ella y la verdad, mi vida cambió a mejor. Había conseguido encontrar a alguien que me entendiese, que me apoyase cuando más lo necesitase. Era todo un poco locura, pero me dio igual. Ella me completa, me enamora día a día, me cuida y demuestra que haría todo por mí. Con mi gira por Sudamérica me di cuenta de lo importante que era a mi lado. La echaba muchísimo de menos. Creo que nunca extrañé tanto a alguien. Yo, en serio, os animo a que luchéis por vuestros sentimientos. Dejaros llevar por lo que sentís y olvidaros de todo cuanto os rodea. Lanzaros, sin miedo. No le hagáis caso a nadie. -se quedó callada. Le encantan las pausas. A mí me estresan. Quería que siguiera con sus maravillosas palabras.
-¿Algo más? -la animé a continuar.
-Sí. -volvió a  pararse. -hace unas semanas. -alzó la voz. -aquí la chica. -movió la cabeza señalándome. -me preparó una enorme cena de bienvenida en el jardín. Todo muy romántico… muy Marina, ¿no? -rieron. Yo estaba sonrojada. -lo que yo no sabía. -volvió a elevar su potente voz. -es el regalo que me tenía. -NO, NO, NO. Lo iba a contar. Me puse la mano en la frente. -había rellenado una enorme caja de emanems. El chistecito viene de M&M, Malú y Marina. -aclaró. -esperaros, esperaros. -dijo, acallando los "oh".
-Cállate. -le pedí. Ella rió y negó con la cabeza.
-Mirad qué rojita está. -se burló. Por un lado quería matarla, pero por otro lado, estaba jodidamente dulce. -en el fondo de la caja había este anillo. -lo sacó del bolsillo y lo enseñó. -me pidió matrimonio. -un enorme silencio se extendió por la sala. Yo no sabía si esconderme detrás de la batería o salir corriendo de allí. -y yo fui una idiota. Y le dije que no. -de vuelta los "ooooh". -pero lo he reflexionado mejor, he masticado esto a solas, conmigo misma. Y me he dicho, ¿por qué no? -no podía creer lo que estaba haciendo. ¿Y su privacidad tan bien guardada esos años de profesión?  -por eso antes os he dicho, dejaros llevar. Hacer locuras. Yo voy a cometer la locura más grande de mi vida. Pueda que sea un error, o pueda que un acierto. Solo sé que lo voy a hacer. Voy a casarme con ella.