Un enorme jardín con cuantiosas mesas altas con sus
taburetes alrededor nos recibía. Era el exterior del restaurante en el
terminaríamos nuestra boda. Al parecer, el dueño era amigo de la familia de los
De Lucía. Por ello, habían puesto extremo cuidado en cada detalle. Al menos en
el primer paso lo habían bordado. Habían decorado genial la parte de fuera. Los
camareros llevaban bandejas en sus manos cargadas de bebidas y refrescos, y
otras de canapés. Los invitados llegaban en pequeños grupos. Eran tantos, que
me resultaba imposible controlarlos a todos. Y es que había caras allí que ni
conocía. Malú tenía demasiados contactos.
-¡¡Marina!! -mis compañeros se acercaron a mí casi corriendo.
Pedro, José Luis, Mercedes y Ricky. La primera vez que los veía tan elegantes.
Ver a Pepe Luí así era algo de otro mundo.
-¡Qué guapos! -peloteé. -¿qué tal ha estado la ceremonia?
-Divertida y emocionante. -resumió el director musical,
sonriendo plenamente. Me alegraba oír eso. A pesar de los contratiempos, había
sido inolvidable.
-Qué bien te queda ese vestido. -opinó Mercedes poniéndose
la mano en el pecho.
-Me vais a sacar los colores. -reí. Me sentí completamente
feliz ese día. El calor de mis seres queridos me rodeaba. Incluso calor de
gente desconocida. Mi chica me abrazó entonces por detrás. Su olor la delataba.
Hoy había aportado mucho más. Su aroma se percibía a metros.
-¿Cómo está mi esposa? -preguntó.
-Sigue nerviosa. -agarré sus brazos. Ella carcajeó.
-La tuya un poco menos. Ya ha pasado lo peor. -besó mi
hombro. -¿qué tal chicos? ¿lo estáis pasando bien?
-Sí, muy bien. Gracias por invitarme. -Ricky siempre tan
agradecido.
-Yo también. Pero empiezo a tener hambre. -dijo Merce, que
se alejaba buscando un canapé al que meterle mano.
-Lo mejor de las bodas es que hay comida gratis, y eso es
así. -bromeó José Luis. Le reímos la gracia.
-Eh, vámonos de aquí que viene Isa. -susurré, dándome la
vuelta.
-¿Qué te pasa con ella? -me preguntó, liberándome de sus
brazos para agarrar una coca cola.
-Tengo la sensación de que me la va a liar… -dije mirando la
raja del vestido.
-¡¡Marina!! -exclamó ella.
-Pf, ha sido al bajarme del coche. -me excusé.
-¿Habéis visto a Marina? -oí su cálida voz de lejos.
-Mierda, me busca. -me mordí los nudillos. Malú soltó una
carcajada acompañada de un: no será para tanto. -¿tú crees? -asintió. -no has
visto a Isabel enfadada. No la has visto. -volvió a reír.
-¡¡Recién casadas!! -exclamó alguien.
-¡¡JESSY!! -grité su nombre. ¡Cuánto tiempo sin ver a mis
amigos! Nos abrazamos.
-Me da miedo acercarme a ti con tanta tela blanca. -confesó.
El resto de mi pandilla se unió. Era un placer tenerlos conmigo. Una parte de
mí siempre estaba con ellos. Y una parte de ellos conmigo. Estaban junto a mí
sin estarlo.
-¡Felicidades! -nos desearon uno por uno. Además de una
foto. Obviamente. Era un día para no borrar la sonrisa de la cara. De ser
simpática y agradable con la gente. Hoy era nuestro día.
-¡Eh, venid aquí! -chilló Lidia. Hasta sus gritos eran
bonitos.
-¿Qué ocurre? -le preguntó mi ya mujer. Li se abalanzó a
ella, estrujándola contra su enorme barriga.
-Enhorabuena chicas. Ni la muerte os separará. -dijo en un
suspiro. Pablo y yo las miramos sonrientes. Era una escena que jamás olvidaría.
El cantautor pasó entonces su brazo por mi hombro y lo golpeó.
-Ven aquí. -me animó a acercarme. Lo agarré de la cintura y
él besó mi pelo. -eres una campeona. -susurró.
Después de saludar al resto de invitados, las gigantescas
puertas del salón se abrieron. Las lámparas se fueron encendiendo progresivamente.
Estaban bastante bajas y eran jodidamente anchas. Una en cada mesa. Éstas eran
redondas. Recuerdo el día en el que tuvimos que hacer un croquis. ¡Qué dilema!
Fue bastante difícil hacerlo. Es complicado saber agrupar a las personas con
otras. Suerte que estaba Pepi para poner orden.
No sabría decir el número de distintos sirvientes que había.
Cada vez que veía a uno era distinto al anterior. No era consciente de aquello.
De cuántos hilos habíamos movido para hacer esto. Para tener esto en nuestras
manos.
-¿Ves el escenario de ahí? -me preguntó mi suegro, señalando
al final del salón. Asentí con la cabeza. Él sonrió y movió la cabeza. ¿Qué
significaba eso? Me había quedado con la intriga. -ya verás la que se va a liar…
-¿Qué dice tu padre del escenario…? -me giré a mi chica.
-¿Qué escenario? -vale. Ella tampoco tenía ni idea. Entendí
entonces que nos íbamos a llevar muchas sorpresas esa tarde-noche. Dimos
comienzo al almuerzo, compuesto de un entrante, varios platos, y el postre.
Durante la comida pude respirar. Un poco de tranquilidad no me venía mal. Me
sobró bastante. Los restos se los fui pasando a mi cuñado. Él encantado.
Tras terminar el postre y haber recogido todos los platos,
las luces se apagaron de golpe. ¿Problemas con la luz? Aunque me parecía raro
que ocurriese justo cuando los camareros habían recogido la suciedad.
Se formó un círculo de gente bastante sospechoso. Malú y yo
nos miramos asustadas. ¿Qué tramaban? Y lo más curioso. ¿Cómo habían conseguido
organizarse todos? José y Mari aparecieron detrás de nosotras. Nos empujaron al
centro. No sé por qué, pero me olía que acabaría allí en medio. Un foco se iluminó.
¿Apuntando a quién? A nosotras.
-¿Qué…? -murmuró casi ronca mi chica. -cariño, dime que
sabes de qué va todo esto.
-No tengo ni idea, pero me siento como James Bond cuando
están a punto de matarlo. -la oí reír. Esa maldita risa me mataba.
-"Bailar de lejos no es bailar, es como estar
bailando solo…" -la conocidísima voz de Sergio Dalma apareció. Yo no podía
creerlo. Ella tampoco, que me miró completamente fascinada. El cantante
apareció en el escenario, a tan solo unos palmos de nosotras y el círculo que
nos rodeaba. Una luz le iluminó.
-Creo que tenemos que bailar… -dije. Ella se sonrojó.
-Vamos, no pongas esa cara. Has bailado ante millones de
personas. -reí. Me separé un poco de ella y le ofrecí mi mano. La gente aplaudía
al ver que yo al menos reaccionaba. -no me dejes sola. -murmuré. Apretó
entonces mi mano y se acercó a mí.
-Es como si todo volviese a empezar... -me susurró en el
oído, mientras nuestros pasos seguían a la garganta ronca del catalán.
-La verdad es que sí. -reconocí. -mi mente está en aquel
piso y en aquella chica avergonzada que no se atrevía a bailar contigo. -se le
escapó una risilla mientras nuestra canción sonaba.
-No sería tan avergonzada cuando me empotró contra el sofá.
-Ala. Qué exagerada. -me sorprendí. Perdí el ritmo del
baile.
-Me acabas de pisar. -dijo cerrando los ojos de golpe.
-Lo siento… -me mordí el labio, intentando recuperar el
compás. Las risas se sucedieron. Poco a poco, más parejas se unían a nuestro
alrededor. Fuimos rotando de pareja.
-Hombre, si eres tú. -sonreí al ver que era José.
-Hey, cuñadita. -rió. Aceleró el paso del baile.
-¿Dónde vas, colgado?
-Tengo mi propio estilo. -chuleó, llevándome casi en
volandas de un lado a otro. Yo estaba en la fina línea que separaban a la
diversión y el miedo. Pronto me liberé de él y su montaña rusa para danzar
junto a Raúl, aquel compañero de equipo de "La Voz". Lo había visto
en la recepción, pero no llegué a hablarle.
-¡No me puedo creer que te estés casando con nuestra coach!
-bromeó. Un baile no daba para mucha charla. Pero disfruté de su compañía esos
pequeños minutos. Giré sin ni siquiera mirar. Entrelacé mis dedos con otros.
Una piel fina. Debía ser una mujer. Me topé con sus ojos azules. No podían ser
de otra persona.
-Isa… -forcé una sonrisa. Ella frunció el ceño.
-Mi vestido. -refunfuñó.
-Sí. Es precioso. -la miré de arriba abajo.
-Éste no. El que llevas puesto. -no funcionó. -Marina, te lo
has cargado.
-El coche… -agaché la cabeza. Ella rió.
-Idiota, alegra esa cara. -carcajeé. -muy bien. -sonrió
estrujándome en su cuerpo. Otro nuevo cambio llevó a mis manos a una chica que
no conocía. En realidad aquello parecía eso de las citas rápidas. Encontrar el
amor en cinco minutos.
-Mi nombre es Sonia. -dijo.
-Bonito es. -pronuncié. -yo Marina.
-Lo suponía. -rió. Medía más o menos lo mismo que yo. Un poco
menos. Lucía un pelo negro ondulado y llevaba un vestido de igual color.
-¿Prima? -intenté averiguar.
-No. ¿Quieres otro intento? -¿me estaba vacilando?
-Mh, ¿prima segunda? -carcajeé.
-Novia de Dani Martín. -automáticamente apareció el cantante
a mi lado.
-¿Alguien ha dicho mi nombre? -preguntó con ese deje suyo.
El baile finalizó cuando Sergio Dalma se aburrió de cantar,
y los invitados de rotar. De dar vueltas sin parar. Me sentía plenamente
abierta. Con ganas de todo. Así que viendo que me encontraba de tal humor,
caminé decidida al escenario y subí las escaleras levantando el vestido. Dalma
me pasó el micro, seguido de un abrazo.
-¡Menudo bodorrio! -susurró en mi oreja.
-Ahora viene lo mejor. -le contesté yo. Pero justo cuando
iba a empezar a hablar, una chica fuera de sí subió por el mismo lugar que yo. Cantaba
una canción de "Skrillex". Cantaba entre gomillas. Pronunciaba
consonantes seguidas a la vez que tocaba una guitarra imaginaria. La miré. Me
quedé quieta viendo como cruzaba el escenario y bajaba por el otro lado.
-¿Estás bien? -le preguntó una mujer abajo.
-¡Llevo cinco "monsters"! -gritó. Supuse que se
refería a la conocida marca de bebida enérgica. Era casi una niña. Su pelo era
rojo y un flequillo le quitaba la vista parcialmente. Se tiró al suelo e hizo
la croqueta a la vez que cantaba "Me fui". Pestañeé varias veces. ¿De
dónde había salido ese ser…?
-¡¡SEGURIDAD!! -gritó un organizador. Unos hombres de negro
fueron a por ella y la llevaron a rastras. Alejandro Sanz estaba sentado en el
suelo sin poder parar de reír. La verdad es que había sido bastante hilarante.
Entonces puse seriedad. Lo máximo que pude. Carraspeé mi garganta, atrayendo la
atención de la multitud.
-Primero que todo daros las gracias por asistir a este
evento. A uno de los días más importantes de nuestra vida. Gracias, porque
vuestra presencia en esta boda dice mucho. Dice apoyo, dice amistad. Si os soy
franca, no tenía esto pensado. He tenido un momento de euforia, parecido al de
esta chica… -provoqué risas. -bueno, quizás no tan fuerte. -aumentaron las
carcajadas. -por eso, si algo de lo que digo no es coherente, ignorarlo. -moví
la mano. -quiero agradecerle a mi madre y a mi familia política lo que han
hecho por nosotras. Habéis organizado la boda que Malú y yo soñamos. También a
mi mánager, por su servicio en moto de agua exprés. -reí al recordarlo. -a mi
estupenda estilista, por elegir el traje que toda novia desearía tener. Y ahora
me dirijo a mi mujer. -la miré. Hice una pequeña pausa. Mi musa comenzaba a
inspirarme. Realmente no tenía ni idea de lo que iba a decir. Era todo espontáneo.
Me dio miedo. Siempre había querido tenerlo todo atado. Preparado. No sabía
cómo iba a salirme eso de la improvisación. -eres grande. Y nunca pensé que
conseguiría tener a mi lado a alguien como tú. Alguien que cuando es golpeada
se levanta con el doble de fuerza que tenía antes. Alguien tan especial como
tú. Eres única. -no pude evitar sonreír al ver como se escondía poniéndose las
manos en la cara. -por tu forma tan extraña de sentarte en el sofá. ¿Sabéis que
lo hace como un indio? -rieron. -Y eres gigante, porque un paso tuyo equivale a
cinco zancadas de un mortal. Si tuviera que decir que es lo que más me gusta de
ti probablemente no terminaría nunca. Son demasiadas las cosas que me agradan,
me sorprenden y me fascinan de ti. Y tampoco es que descubrieras América… Son
detalles. Simples y enanos detalles que hacen de ti una persona inigualable. Tu
forma estúpida de decir mi nombre. Tu manía con dormir con la puerta
entrecerrada. Tu manera extraordinaria de cuidar a tus animalillos. Tú y tu
incapacidad tecnológica y de jardinería. Cuando le regalo flores no le duran ni
veinticuatro horas… -volvieron a estallar en risas. Aunque muchos ya lloraban.
-lo significas todo. Te has convertido en mi mitad. En mi complemento. En el
aire que necesito para respirar. Solo con un viaje, con que nos separen no sé,
10 kilómetros. O incluso una pared… Ya te echo de menos. No te prometo un para
siempre, porque sé que no existe la inmortalidad. Pero a cambio, te puedo jurar
que mientras que esté viva haré todo lo posible para que seas feliz. Seguiremos
creciendo juntas. Porque sé que aún tienes mucho guardado dentro. Sé que serás
aún más gigante. Que descubriremos y experimentaremos mil sensaciones más.
Nuestro amor no es de cartón. Nuestro amor es del hierro más sólido que pueda
existir. Sin ti, mis mañanas nunca comienzan. Sin ti, no existe ni el amanecer
ni el atardecer. Sin ti no hay nada. -la miré. La voz se me rompió. Una lágrima
recorrió mi rostro al ver que lloraba mientras sonreía. Sus ojos estaban
inundados por completo. Para mí allí no había nada. Todo se había esfumado y
solo quedábamos ella y yo. Bajé los escalones y me acerqué lentamente a su
cuerpo. Conforme lo fui haciendo descubrí algo. Así, centrándome en sus oscuros
ojos, caí en la cuenta de que el brillo no solo existía en las estrellas.