sábado, 25 de octubre de 2014

T2. Capítulo 31. SÍ QUIERO.

Mari hizo un último derrape muy cerca de la costa. El agua creó una enorme cortina de unos cinco metros. A través de ella vi a Isabel levantarse enfurecida. Fue inevitable soltar una carcajada. El vestido estaba parcialmente mojado, pero eso era lo que menos me importaba. Con extremo cuidado y bajo la atenta mirada de la multitud, salté las pequeñas olas que se formaban en la orilla. Así, hasta llegar a tierra firme. Allí me puse los zapatos que habían estado en mis manos durante el movido y acuático viaje. Caminé riéndome hasta el altar, mientras oía el cuchicheo de los invitados.
-¡¡Las tres supernenas!! -chilló alguien que no conseguí identificar. Fue ahí cuando de los mismos nervios, me entró un ataque de risa. El chistecito en sí no me había producido tanta gracia, pero el nudo de mi estómago desató mis carcajadas. Poco tardaron en desaparecer… pues ante mis ojos deslumbraba la que estaba a punto de convertirse en mi esposa. Llevaba un elegante vestido con una larga cola. La parte superior era blanca con detalles muy bonitos. A partir de la cintura, el blanco se volvía beige. Un beige tranquilo, sutil, dulce.

Llegué al improvisado "altar" aún conmocionada. Estaba más que preciosa. No conseguía apartar mis ojos de ella. La respiración se me entrecortaba. Estaba hasta temblorosa. Miles de personas cuchicheaban a nuestras espaldas. Me miró de reojo y sacó una pequeña sonrisa.
-Eres especial hasta para llegar a tu propia boda. -bromeó. Yo me reí flojito. -te noto un poco…-susurró.
-Estoy atacada. -confesé. Un cosquilleo recorría mi cuerpo de principio a fin. Mis manos sudaban sin pensar en parar, y mucho menos en quedarse quietas. El tembleque era ya imparable. Recordé entonces la gala de las audiciones a ciegas en "La Voz". Más o menos estaba igual. Me sentía pequeña. Lo que venía se me hacía grande. Pero entonces noté su piel sobre la mía. Su dedo meñique buscaba el mío. Ambos se entrelazaron. Se acariciaban. El contacto de nuestros dedos me relajó. Respiré aliviada mientras el encargado de casarnos empezaba. "Buenos días. ¿Estamos todos, verdad?" Asentimos juntas. Ni siquiera me dio por mirar y ver si faltaba alguien. Ni caí en ello. "Estamos aquí reunidos para formalizar la unión entre Marina y María Lucía…". Las palabras del juez procedían con lentitud. En mi cabeza y en mis ojos una nube entera nublaba lo que vivía. No era consciente de ello. Sentía que era un sueño. La voz melódica y su manera tan lenta de leer comenzaban a impacientarme. Tanto, que dejé de oírle. Los artículos de la ley eran demasiado aburridos. La miré de reojo. Estaba pensativa, mirando al suelo. Apreté el meñique, que aún seguía rondando el suyo. Se asustó y me miró.
-¿Qué pasa? -se preocupó. Me encogí de hombros y negué con la cabeza. No pasaba nada. Pasaba todo.-cuando lleguemos al hotel te voy a arrancar ese vestido. -sin mirarme me di cuenta de que estaba roja como un auténtico tomate. -pero no te asustes, mujer.
-¿Yo? ¿asustarme? -murmuré.
-Silencio. -pidió David. Luego siguió con la ceremonia. Malú se rió cual niña pequeña tras la bronca de su profesor. Giré un poco la cabeza y de pasada pude ver algunas cuantas caras. Las que saltaron a mi vista. Las más importantes de las allí presentes. Después de ello fijé mi vista en el suelo. En la cola blanca de mi vestido. Y sí, sonreí como una auténtica estúpida. Al final, aprendí que la felicidad no es duradera. Que solo son instantes. Instantes que no cambiarías por nada. Son momentos en los que sientes que estás en lo más alto. En el pico de una montaña. Las ganas de chillar y saltar son síntomas de este éxtasis.
-¿Marina? -llamó mi atención el juez. Sacudí mi cabeza. Malú me dio un codazo.
-¿Dónde estás? -me preguntó ella seria.
-¿Consientes en contraer matrimonio con María Lucía? -preguntó, mirándonos a cada una de nosotras.
-Sí, consiento. -respondí segura. Repitió la cuestión para mi chica, que tras echarme una mirada cargada de brillo, la desvió hacia David. El silencio inundó la playa. Tan solo se oía a las gaviotas. Contestó entonces: "no". -sabía que lo haría. -volteé la cabeza. -lo sabía. -los asistentes y la propia novia estallaron en risas.
-Claro que quiero. -dijo agarrándome de la nuca y arrastrándome a sus labios.
-¡Eh! ¡No he dicho que podáis besaros! -se indignó. -bueno, qué más da. -tiró los papeles a la mesa y se unió al aplauso.
-Te adoro. -soltó en mi boca, provocando el nacimiento de miles de mariposas en mi estómago. Me sorprendía como los primeros días. -podemos seguir.
-Bien, procedamos ahora al intercambio de anillos. -anunció. Viendo que nadie se movía, emitió un extraño sonido que procedía de la garganta. Yo eché la vista atrás, buscando a José, que se arañaba el pelo. Empezó a entrarme el miedo. Se acercó a Mari y le susurró algo al oído. Ésta se puso blanca.
-¿José? -mi suegra le dio un empujón. Estaba claro que algo no estaba saliendo bien. Su hermano se puso al lado del juez y se acercó al micrófono.
-Hola, jeje. -me puse las manos en la frente. -veréis… ha habido un problema con las alianzas.
-Te corto los huevos. -murmuró Malú. Solo yo pude oírlo.
-Eh… esto… -carraspeó. -Mari traía en un bolsillo la bolsita con los anillos.
-No… no. -pensé.
-El bolsillo se cierra con velcro y está debajo de su falda… así que pensamos que se pudo haber abierto cuando venía en la moto de agua… -se mordió el labio.
-¿Cuándo decidimos que fueran ellos dos los que se encargaran de las alianzas...? -preguntó Malú.
-No lo sé. -dije incrédula. Maldita sea.
-Somos mongolas. -bromeó. -en serio, eh. -me hizo reír. Se formó un barullo por parte de los asistentes a la boda. Tierra trágame. Una de las más esperadas del año, y así andaba. Vi a mi representante dirigirse con decisión al micro.
-A ver, escuchadme… -pero el murmullo seguía presente, por lo que decidió chillar como solo ella sabía hacer… -¡¡¡SILENCIO!!! -todo se enmudeció. -así me gusta. Lo que quería decir… que si se me han caído en la moto, deberán estar en ella. Y si están en el agua, el mar las tendrá que devolver. -nos hizo reflexionar. -así que venga, quiero una fila que ocupe toda la orilla.
-¡Qué! -gritaron casi todos a la vez. Un grito al que me uní.
-¡Pero venga! -al final, no sé cómo, acabamos todos mirando en cada ola que rompía el mar. Mari siempre conseguía lo que se proponía. Y ahí nos tenía. A sus órdenes. Más de mil personas pendientes de una pequeña bolsita que en cualquier momento aparecería por la orilla.
-¡¡AQUÍ, AQUÍ!! -gritó una voz con acento canario muy marcado. Se adentró en el mar y levantando su vestido azul agua, se agachó y levantó el brazo exclamando: LOS ENCONTRÉ. Todos comenzaron a jadear, mientras que Malú y yo mirábamos perplejas la escena. ¿Esto era real?  Más bien parecía un sueño. O una pesadilla, no lo sabía muy bien.
-¡Toma! -la chica puso su mano sobre la mía, con la bolsita rosa entre ellas. Tenía unos ojos negros enormes y una tez morena.
-Gracias… ¿tu nombre? -me corté. No la había visto en mi vida.
-Virginia. -sonrió, dejando ver su dentadura blanca. Dio un giro y caminó hasta su banqueta, de las últimas que había. Apreté la bolsita y un chorro de agua salió. La abrí con cuidado mientras el resto de invitados se acomodaban. Saqué los sencillos pero originales anillos. Una alga los había rodeado.
-Procedamos al intercambio de alianzas. -agarré el suyo y nos pusimos frente a frente. Sus ojos apuntaban a los míos. Elevó lentamente su mano, y mi cuerpo se derritió por completo. Agarré su muñeca con extremo cuidado, como si del más preciado cristal se tratase, y acerqué el anillo a su dedo. Soltó un pequeño suspiro. Mis nervios aumentaron. Estaba a punto de ser mía. Se mordió el labio y susurró un: hazlo ya.
-Mierda. -el anillo cayó al suelo. Me agaché enseguida a recuperarlo mientras oía las múltiples carcajadas de fondo. Malú tenía los ojos brillosos. Ellos estaban también emocionados. -no llores. -murmuré. -que me contagiarás. -y deslicé la alianza hasta el final de su estrecho dedo. Fue ahora su turno. Agarró el objeto con mayor fuerza que yo. Seguro que a ella no se le caería… Me sostuvo la mano y dio un pequeño  soplo que hizo mover mi flequillo. Lo introdujo en mi dedo. Una magia sobrenatural me rodeó. Una onda luminosa dio vueltas sobre mí. Parecía algo fantástico, pero así sentí yo el cosquilleo.
-Yo os declaro… -comenzó a decir. El resto no lo oí. No me hizo falta. Me fijé en sus labios. En las finas comisuras que se movían para formar la sonrisa más bonita que existió jamás. En esos labios color carmín que hablaban por sí solos. En esas mejillas que parecían moldeadas a la perfección. Y qué decir de sus ojos. Ese color tan profundo. Tan suyo. Tan único. Y su pelo, que ondeaba con más elegancia que de costumbre. -podéis besaros. -dijo, poniendo en pie a todo el mundo. Miramos las dos de reojo. Teníamos la gran atención del momento. Nos entendimos. Vamos a hacerles esperar. Vamos a disfrutar de este momento. Acaricié su mentón y ella agachó la cabeza avergonzada. En realidad era muy tímida. Las dos lo éramos. Oí su risilla.

-¡¡¡Es para hoy!!! -gritó Pepe Lui, mi músico y compañero. Cómo no, tenía que intervenir. Mari le echó una mirada cargada de odio. Probablemente eran las dos personas más chistosas que tenía a mi lado. En mi círculo. Volví entonces a centrarme en el instante más esperado del día. Alargó sus brazos hasta mi cuello. Jugueteó en mi nuca y me acercó a sus labios, que ya esperaban entreabiertos a los míos. Y así, nos fundimos ante la perpleja muchedumbre. 

4 comentarios:

  1. Una boda preciosa!! Que ganas tenia que llegara ese momento....sigue asi eres genial!!

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  2. gran boda, que cosa mas bonita y que bien escribes ole tu

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  3. Preciosa boda y genial capítulo!! Espero impaciente el próximo capítulo. :)

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  4. Una boda impresionante escribes genial no pares nunca

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